LAS HUELLAS DEL DIABLO


LAS HUELLAS DEL DIABLO



El «razonamiento» que oponen los presuntos endemoniados a las argumentaciones de los dos párrocos alemanes es pueril, aunque de tal índole, que resulta convincente en extremo para una mente primitiva: «Si yo, que soy una persona normal, tranquila, me pongo a emitir alaridos, me retuerzo y realizo ademanes desconsiderados, contrariamente a mi voluntad, es que hay de por medio una potencia sobrenatural. Y como quiera que lo que hago está mal, debe de ser un demonio el que me lo sugiere.»

Desde luego, existe un demonio, pero en modo alguno sobrenatural: se trata del demonio de esas enfermedades nerviosas y mentales a las que la Ciencia no ha podido almacenar para siempre la puerta del infierno que desencadena.

En efecto, en la inmensa mayoría de los casos se hallan en la base de las supuestas posesiones diabólicas, la epilepsia, la paranoia y la esquizofrenia. «El sujeto cae al suelo y se retuerce, víctima de violentas contracciones musculares; su rostro adquiere un tinte azulado, los maxilares se contraen. Espasmódicamente, y en sus labios aparece una baba espumosa -nos recuerda al doctor Bergstrom,  la creencia popular; es un “poseso”; mas para nosotros, los médicos, se trata, simplemente, de un epiléptico. También los síntomas que a veces preceden a las crisis,  ósea, las peregrinas alucinaciones olfativas y gustativas; ese zumbido de oídos, que la imaginación transforma en un pérfido susurro tentador; esos vértigos, que parecen expresar la vacilación del alma bajo los despiadados golpes del “gran enemigo", son típicos de la epilepsia, de la misma forma que es también típica la tendencia a la santurronería de sus víctimas.»

La seudoposesión enraizada en la locura o en alteraciones mentales muy afines a la misma adopta aspectos más espeluznantes mientras que en ocasiones parecen inexplicables. Y entonces tenemos los objetos esparcidos o «escondidos por arte de magia», en lugares impensados; las cuerdecillas atadas de manera extrañísima; las marañas de cabellos que salen de la boca: Nos referimos aquí a uno de los más espectaculares casos de esta índole, que se produjo, en agosto de 1961, en la provincia de Cuneo: No resulta difícil identificar en los dos primeros fenómenos acciones inconscientes llevadas a cabo por la supuesta endemoniada; en cuanto a la última, sin duda es susceptible de impresionar incluso a un espíritu racional, aunque dejando aparte el cuento del demonio que, encerrado en el cuerpo de la víctima, daría una prueba tangible de su ' presencia sacrificando un mechón de pelos de requemada barba.

Sin embargo, la explicación es sencillísima. «Arrancar los cabellos y luego comérselos --comenta un médico el síntoma clásico de los paranoicos, de los esquizofrénicos. Esta manifestación tiene también un nombre: tricofagia.» Así, pues, son sus propios cabellos los que el sujeto expulsa por la boca, tras haberlos ingurgitado; y, a menudo, siguen el mismo camino trocitos de cuerda y de tela.

Otro fenómeno también sorprendente, pero en modo alguno sobrenatural, es el de las llamadas huellas diabólicas: manchas que aparecen en los lugares más inimaginables del cuerpo y que verdaderamente parecen recordar a Satanás: huesudas manos, garras, perfiles de demonios, formas geométricas, entre las cuales predomina el «triángulo mágico». ¿Quién podría pensar que es el propio paciente el que, por autosugestión, se imprime tales signos? Y, sin embargo, es así. «Entre los efectos de la sugestión --escribe Bouisson (1)--, la in fluencia del efecto moral sobre la curación ha sido comprobada hace ya mucho tiempo. Se ha citado repetidamente el caso de aquella enferma que pidió’ se le aplicaran en la espalda cataplasmas no cuadradas, cuyos ángulos –decía- le hacían daño, sino redondas. Persuadida de que el médico había cumplido sus deseos, presentó, tras una nueva aplicación de  cataplasmas cuadradas, signos en forma de circulo.»

Pero éstas sólo son pequeñas bromas comparadas con los desastres a que conduce a veces la sugestión. Las creadoras de los endemoniados no son siempre, necesariamente, la epilepsia, la paranoia y, la esquizofrenia. En efecto, una siniestra profecía, un acontecimiento interpretado como un presagio infausto, la sola atmósfera de pesadilla bastan a veces para precipitar a seres impresionables, supersticiosos, en este infierno ilusorio, mas no por ello menos terrible.

La seudoposesa de Cuneo convirtióse en tal a consecuencia de la muerte de una hijita que, a] parecer, le fue prenunciada por una hechicera, y que arrastro a todo un pueblo en su locura. .

«La gente del lugar -~leemos en una crónica de aquel tiempo se entrega a exorcismos, a ritos propiciatorios. Una noche, en presencia de los carabineri, y habiendo accedido a ello los familiares de la B., encendiese una hoguera, en la que se quemaron las ropas, las almohadas y las sabanas de la enferma. Las mujeres hacían la señal de la cruz. De este modo, el .espíritu de Satanás escaparía con el rabo entre piernas. Otra vez dijo la B. que si se daba muerte al gato negro que saltara por encima de un fuego previamente encendido, ella que~ daría libre de los espíritus del mal. Todos esperaron la llegada del gato, y algunos se apostaron, armados de fusil. Como si fuera hecho expresamente, un gato negro salió de un matorral y, espantado ante el jaleo que había armado su aparición, no se le ocurrió nada mejor que saltar a través de las llamas. Oyéronse varios disparos, pero el pobre animal logré escapar ileso.»

Por desgracia, no son raros los casos en los cuales desembocan en el crimen estas formas de locura. Baste recordar el triste caso del que fue protagonista, en la periferia de Viechtach, en Baviera, una tal Hanna Schacht, la cual, creyéndose endemoniada, traté de dar muerte a sus dos hijitas, «para que no cayesen -también en manos de Satanás y para que, al menos ellas, pudiesen ir al Paraíso».

Casi todo el pueblo mostróse dispuesto a jurar que, en efecto, Hanna Schacht era una autómata de Belcebú. La Policía recogió increíbles declaraciones: «Si, la pobrecita era perseguida por el demonio. Yo mismo vi, cierta noche, una especie de sombra detrás de ella...» «En efecto, el infame se había apoderado de ella. En cierta ocasión, la Schacht tocé una de 'mis ovejas; pocas horas después me di cuenta de que 61 animal estaba como marcado por una mancha negra..., y una semana más tarde murió.» Y el párroco dijo, desolado: «Aquí es normalísimo ver al diablo, oir a las brujas, ser víctimas de encantamientos y quedar poseídos por el demonio. Mi obra de convicción no. ejerce ya eficacia alguna: la gente finge creerme, pero inmediatamente después corre a practicar exorcismos y a respirar vapores de incienso para arrojar al  Maligno.»



¿Es una gran lectura no? Fué extraída del libro Ciudadanos de las tinieblas de Peter Kolosimo. Así que todos los derechos son de el. Por favor comenta y pásate por mis historias más recientes. No es más que pedirte que compartas mi blog, lo apreciaría muchísimo. 

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